jueves, 8 de junio de 2017

DE SILLAS E IMANES









DE SILLAS E IMANES

      Gracias a los avances de la ingeniería biomédica hoy día se cuenta con una amplia tecnología que permite obtener imágenes del interior del cuerpo humano con propósitos clínicos, procedimientos que buscan revelar, diagnosticar o examinar enfermedades  sin tener que intervenir quirúrgicamente. Para estos fines cuentan los hospitales con sofisticados aparatos en los que se hacen pruebas cuyos nombres abreviados o sus siglas manejamos todos sin saber muy bien qué significan, para qué sirven, ni cuánto cuestan: TAC, OPT, MRI, PET, EEG,MEG, nombres cortos y sonoros tan familiares como si fueran nombres de mascotas, que se agradecen porque sería imposible para los legos en la materia recordar sus nombres verdaderos: Tomografía Axial Computarizada,  Ortopantomografría, Gammagrafía Ósea, Imagen por Resonancia Magnética, Tomografía por emisión de Protones, Electroencefalograma y un sinfín de ingenios  más que ayudan  a mejorar nuestra salud y nuestra vida.

     No son técnicas simples, precisamente, ni tampoco inofensivas, todas tienen sus riesgos, unos comprobados y otros por comprobar, tanto para los usuarios como para los técnicos que las manejan a pesar de las precauciones que se recomiendan. Son muchas las bajas que los Rayos X han ocasionado, empezando por su descubridora, la señora Marie Curie.

     Y si no, aunque sin llegar a tanto, que se lo digan a la enfermera y a la celadora que el pasado sábado llevaron a un paciente a hacerle una resonancia de las cervicales en el hospital del PTS (Parque Tecnológico de la Salud)  en uno de los extraordinarios aparatos de que dispone el centro. Las dos mujeres no tuvieron otra feliz idea que acercar al enfermo al aparato en su silla de ruedas, olvidando las exhaustivas advertencias que se repiten por toda la sala que obligan al paciente a desprenderse de todo lo metálico que pueda llevar, incluidos audífonos, prótesis dentales, gafas o cualquier aparato semejante, para que el potente imán que hace funcionar la máquina no se los chupe, como se chupó a la silla de ruedas con la enfermera que la conducía y al enfermo que la ocupaba, la celadora se libró de milagro y fue protagonista,  junto con los otros especialistas que allí estaban,  de una lucha feroz entre personas e imanes , como en las películas de ciencia ficción, para separar al grupo silla-enfermera-enfermo del aparato. La misión no era baladí, teniendo en cuenta que la enfermera se encontraba atrapada entre la silla y la máquina sin poder moverse. Lo primero que se les ocurrió fue levantar al paciente de la silla, y ésta se pegó al resonador con más fuerza todavía, lo volvieron a sentar, pero aquello ya no se movía. Esta es la parte del cuento que no tiene ninguna gracia, la integridad física de la enfermera estaba en peligro, tenía las piernas atrapadas y sufriendo, había que sacarla de allí y nadie sabía parar la máquina que, por otra parte, nunca debió de entrar en funcionamiento sin estar el enfermo en la camilla y preparado. Un fallo detrás de otro, que pudieron costar muy caros, y que de hecho algún coste tuvieron: a la enfermera la sacaron a tirones por encima de la cabeza del enfermo y se la llevaron a  Urgencias, al enfermo se lo llevaron a hacer la resonancia en otra máquina, y el aparato se quedó allí solo, se supone que en cuarentena por si las moscas, de la silla nunca más se supo, se comenta que anda por ahí exigiendo una indemnización por accidente de trabajo, y dicen las malas lenguas que el SSCA (Sindicato de Sillas Carritos y Andadores) anda preparando movilizaciones en exigencia de medidas de seguridad efectivas para el colectivo.


Nota de la autora: Que a nadie se le ocurra poner en duda la veracidad de esta historia, porque aviso que el paciente protagonista personalmente me ha contado la aventura, sin intermediarios, ni intérpretes, ni terceras personas de buena ni mala intención.

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